Arena amarilla

Esta bella historia está inspirada en un cuento corto del gran escritor Arkadi Arkanov. La escribí allá por el año 1982 y tiene su relato. 

Cuando llegué a Alicante, siendo joven, descubrí muchas cosas. Entre ellas, que no sabía mucho de la vida, aún sin haberla tenido fácil.

Conocí al padré de la que fue mi compañera sentimental, un hombre carísmático y, a mi entender, extremadamente culto, si tal cualidad se puede adjetivizar de extrema.

D. Fermín García era de izquierdas y, además, ejercía de tal condición. A la menor oportunidad lo evidenciaba e intentaba, sanamente, explicarte su visión de la vida y, si ello era posible, convencerte de que una vida mejor pasaba por que te convirtieras en una persona mejor y, claro, esto incluía que supieras compartir, lo bueno y lo malo, y dejaras ideas liberales que, generalmente, implicaban todo lo contrario de lo que significa la palabra "generosidad".

Su biblioteca estaba compuesta por clásicos de sus ideas. Vetustos libros con pensamientos de siempre que le ayudaban a reafirmar sus convicciones.

Uno de aquellos libros de D. Fermín estaba en casa de mi pareja, un pequeño ejemplar que reunía una serie de cuentos cortos de autores soviéticos de diversas épocas. Aquella recopilación me permitió conocer a Arkadi Arkanov y enamorarme de un precioso cuento que se denomina "Arena amarilla". Apenas ocupaba una página, pero fue capaz de emocionarme de tal manera que me prometí adaptarla y musicarla. Fue en ese instante cuando nació la canción. La escribí y musiqué y la guardé en una carpeta azul que, al día de hoy, sigue acompañándome.

En el verano de 2016, en una de esas calurosas mañanas que se dejan caer en Murcia, recuperé el texto de la carpeta azul que, llena de polvo, me vino a susurrar que las melodías del ayer, si no se escriben, pueden perderse entre los vericuetos de la mente, apenas sin dejar rastro, para así torturar de vanales esfuerzos los borrosos recuerdos de juventud.

Busqué el libro por la red, aún sin recordar el título, la editorial. Dí con él en la página Web de una librería de ejemplares de segunda mano barcelonesa donde lo adquirí en línea por un precio irrisorio.

Unos días después llegó el correo y pude desembalar el precioso tesoro. Allí lo tenía. Busqué con avidez aquel cuento y, cuando encontré la página, sentí como me trasladaba junto a Fermín, sus brillantes ojos, llenos de vida e inteligencia, tristeza y esperanza, candidez y eterna ilusión. Aquel momento es de los que no se olvidan facilmente y te hacen volver a creer que somos seres especiales. Sólo faltaba recuperar el tono, la melodía. Los acordes, solo acordes, anotados junto a determinadas palabras me daban las pistas para buscar y reencontrarme con mis diecinueve años.

Después de algunos días, fui dando forma a la melodía desdibujada hasta que llegó el renacimiento. Había materializado mi pequeña venganza al olvido.
Arena amarilla es una sencillísima canción que juega con el lector, con el oyente, y sus prejuicios. Nos muestra la realidad de un amor desde otra prespectiva. No en vano, el amor tiene infinitas. Nos devuelve a la pureza, al contacto con el límpido oxígeno de la candidez.

Sin embargo, también representa el corto tiempo de lo inmaculado,  la brevedad de la inociencia. Una vez que la escuches, nunca podrás volver a hacerlo con la misma ingenuidad. Pero sí con la misma emoción. Emoción que espero provoque en tí, y tanta como a mi me provocó.

Ese sentimiento, será exactamente el mismo en los dos. En tí y en mí. Y nos hará uno, nos unirá en el tiempo, en la distancia. Aunque no nos conozcamos.

¿No es maravilloso?




ARENA AMARILLA
(Ángel Julio Liarte González)
(basado en el cuento corto de Arkadi Arkanov)

- “SENTÉMONOS ALLÍ”, LE DIJO A ÉL,
CON SU MIRADA PURA Y SENCILLA,
- "CERCA DEL MONTÓN DE ARENA,
ME GUSTA LA ARENA AMARILLA”.

MUY JUNTOS, CASI TOCÁNDOSE,
ELLA DIBUJA EN LA ARENA
UNA FIGURA DEFORME
CON UN TROZO DE MADERA.

- “¿QUÉ ESTÁS DIBUJANDO?” 
- “A TI”.
- “ESO NO SE PARECE A MI”.
- “NO SÉ DE OTRA MANERA”. 
SE DESMORONABA LA ARENA.

- “ALLÁ VA UN ESCARABAJO”.
- “VES, ES UNA HEMBRA”.
- “¿CÓMO LO SABES?”
- “ES QUE ANDANDO SON MÁS LENTAS”.

SOPLABA UNA LIGERA BRISA
QUE BARRÍA LA ARENA OTRA VEZ…
- “MAÑANA NOS VEREMOS, ¿VENDRÁS?”
- “MAÑANA NOS VEREMOS, VENDRÉ”.

MÁS NO ESTUVO AL DÍA SIGUIENTE,
NI AL DÍA QUE SIGUIÓ AL SIGUIENTE.
NI SIQUIERA, AL SIGUIENTE MES…

SENTADA EN EL BANCO, DE REVÉS,
CON UNA RAMA EN LA MANO,
DIBUJA EN LA ARENA EL ROSTRO DE ÉL.

Y QUIÉN IBA A DECIRLE AHORA,
CUANDO AÚN NOTA SU FRAGANCIA,
QUE SUS PADRES LE LLEVARON
A OTRO JARDÍN DE INFANCIA.

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